Cuando no sientes nada no
hay más; eso de que al no sentir nada estás sintiendo algo no vale,
por muy ambiguo que suene. Se refleja por medio de la indiferencia o
de la expresión “me da igual”. Te conviertes en poco más que
una planta o un hongo cuyas emociones están en entredicho. La
naturaleza nos dio a nosotros, los seres humanos, la capacidad de
sentir de la manera más fuerte que se pueda medir en este planeta, o
por lo menos, la capacidad de expresar estos sentimientos más fuerte
que cualquier otro ser vivo. Pero hay esas épocas de la vida en la
que esta capacidad innata se volatiliza y eso, que nos volvemos
plantas. Puede ser que creamos que no hay nada por lo que o quien
existir sin saber, que la única persona que nunca se separará de
ti, serás tú mismo/a. Pero si de verdad alguien te quiere, te
aprecia y te valora, estará a tu lado por mucho que vuestros caminos
se separen, por mucho que estéis sin hablar, por mucho que no os
veáis. Y cuando menos te lo esperes aparece para ayudarte. Porque no
estamos solos.
Allí donde
terminaban las raíces del bosque maldito y los pequeños brotes
verdes empezaban a crecer sanos y puros, se encontraba la frontera de
un reino peculiar y extravagante a la vez que perdido y desconocido.
Un lugar de ensueño. Con vecinos reservados, dedicados a sus tareas
hogareñas y campestres. Ninguno estaba acostumbrado a ver llegar
extranjeros a aquellas tierras por lo que no eran gente hospitalaria
sino más bien personas reservadas y desconfiadas.
En lo alto de la
colina, se erigía majestuoso un castillo, levantado con la misma
piedra que había sido extraída de la montaña para habilitar el
lugar físico donde la mole había sido construido. Desde las
almenas, se conseguía ver el vasto terreno que se extendía por el
horizonte; todavía virgen de la acción del hombre. Los soldados
rondaban por toda la fortaleza cumpliendo su deber de protección
aunque hacía ya muchos años que no conocían el peligro. La entrada
principal estaba flanqueada por una gran puerta, abierta la mayor
parte del tiempo, sujeta por unas fuertes cadenas de hierro oxidadas
pero igual de efectivas. Los jardines interiores mostraban una
profunda controversia con el resto del reino en cuanto belleza, lujo
y obstentación. Algunos árboles y matojos habían crecido pese a la
poca fertilidad de la tierra,muy pedregosa.
Desde lo alto de una
almena, la Reina miraba nostálgica hacia el horizonte; su cuerpo
posiblemente se encontraba allí, pero su cabeza estaba muy lejos,en
otro tiempo. Y cada día volvía a recordar aquel momento de su
juventud, como si supiera que en aquel instante de su vida había
condicionado todo su futuro, tan triste ahora.[+]
[to be continued]
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